miércoles, 8 de diciembre de 2010

Libros para compartir

Pedagogía del Oprimido

Paulo Freire

Pedagogía del oprimido es un ensayo escrito por el educador brasileño Paulo Freire en 1970, durante su exilio en Chile. Durante las aproximadamente doscientas páginas de las que consta el libro, Freire trata de sentar los principios para la liberación de los hombres a través de la educación. Para exponer su teoría divide la realidad en dos categorías dicotómicas, principalmente: la Humanidad se estructura en opresores y oprimidos, y opone la educación tradicional a la educación liberadora.

Los opresores ponen en marcha toda una serie de mecanismos de acción destinados a subyugar a los oprimidos: instauran la violencia, tienden a acapararlo todo teniendo (ya que para ellos “tener” equivale a “ser”) y se aseguran el control de la educación para mantener su status dominador.

Los oprimidos, por su parte, sufren la desconfianza de sus contrarios en cuanto a que puedan pensar y actuar correctamente. Freire mantiene que si los oprimidos se mantienen en esta posición de subordinados es porque no han tomado conciencia de las razones de su estado. En este sentido, la dependencia emocional de estos se acaba cuando descubren al opresor, momento en que empiezan a creer en sí mismos siguiendo su necesidad de “ser más” y arranca la lucha por la liberación.

Hasta ese momento, los oprimidos se encontraban objetizados, en oposición a considerarse realmente como personas. Esta consideración viene pautada por los opresores, que consiguen su finalidad represora a través de la educación. El tipo de educación instaurada es la tradicional, a la que Freire denomina ‘bancaria’, tanto en cuanto consiste en la inculcación de conocimientos de los educadores en los educandos, como si se tratara de un depósito bancario de los primeros en los segundos. Esto implica que “el saber es una donación de quienes se juzgan sabias a los que se juzgan ignorantes”, además de la memorización sistemática de los contenidos narrados. Obviamente, la clase dominante está ansiosamente interesada en perpetuar este sistema, pero los oprimidos deben superarlo para alcanzar su liberación. Con ese objetivo es necesario trascender la relación educador-educandos, y pasar a un modelo en el que esos papeles roten incesantemente. Digamos que los opresores están más relajados cuanto más asumen los hombres el mundo, y están más nerviosos cuanto más lo cuestionan. Por tanto, la educación opresora está destinada a que los hombres se adapten al mundo, en lugar de a despertar en ellos una actitud crítica que cuestione la realidad. Esto es así porque si la cuestionaran, la estabilidad de los represores se vería seriamente discutida. Precisamente, este aspecto es el que se ve reforzado por la educación problematizadora, que “hace que los educandos desarrollen su poder de captación del mundo”.

Es por esto por lo que Freire afirma que el educador bancario tiene una actitud necrófila (amantes de la muerte), porque “nadie puede ser auténticamente, prohibiendo que otros sean”; y antidialógica, ya que se fomenta la educación de A para B, en lugar de la verdadera educación, basada en el diálogo entre A y B mediatizados por el mundo. El tema central es que, faltando a los hombres una comprensión crítica de la realidad, no tienen criterios para conocerla. La “palabra problematizadora” (en oposición a la “palabra vacía”) viene a cubrir esta laguna, pues “conciencia a los hombres, en el plano de la acción, contra los obstáculos de su humanización”. La palabra problematizadora sólo tiene sentido en un ámbito donde exista el verdadero diálogo, que motivará la reflexión y la acción que inciden sobre las estructuras susceptibles de transformarse.


"Ningún orden opresor soportaría que los oprimidos empezaran a decir ¿Por qué?"

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