sábado, 27 de noviembre de 2010

Veganismo, la moral en el plato


“No acuses a la naturaleza; ella ha hecho su parte; acúsate a ti mismo”.
John Milton

El hombre ha puesto en práctica todas las técnicas que su inteligencia le ha permitido desarrollar para adaptar el medio a sus necesidades desde tiempos inmemorables. Una de las consecuencias de esta adaptación ha sido la explotación del reino animal, especialmente en el mundo actual, donde se ha convertido en un fenómeno brutalmente masivo. El veganismo tiene el propósito de mostrarnos el camino hacia una nueva moral donde el equilibrio y el respeto hacia los animales no sólo es posible, sino necesario.

En el plano personal del individuo hay un proceso especialmente difícil de revertir, más aún si ya hemos alcanzado cierta edad: la educación recibida. Aquellos valores y costumbres que obtuvimos cuando éramos pequeños han conformado un carácter y un estilo de vida tan arraigados en las personas que ahora son adultas, que difícilmente podrán plantearse si el suyo es el adecuado. De nuevo, lo más peligroso que hay en nuestro interior es la incapacidad de cuestionar nuestra existencia, pero cualquier ser humano cuenta con la posibilidad de parar y rebelarse contra la corriente que trata de arrastrarlo.

Los hábitos alimenticios forman parte de aquel modelo que interiorizamos antes de tener uso de razón. Y cuando vives en Occidente, eso puede convertirse en un problema. En el mundo acelerado en el que vivimos, la producción de todas las cosas pensables ha experimentado una hipertrofia de tal magnitud que va camino de convertirse en el cáncer terminal de la Tierra. Naturalmente, la industria alimenticia no escapa a esta vorágine: tres mil animales mueren cada segundo debido a la acción del hombre, asistimos al mayor grado de deforestación de la historia conocida a favor de terrenos cultivables, los transgénicos vienen a salvar el mundo de hambre sin garantizar su inocuidad para la salud humana a largo plazo… Desgraciadamente, ésta es una lista interminable. La mala noticia es que nos movemos sobre un eje lineal donde el crecimiento es continuo, y no va a parar de hacerlo a menos que nosotros, cada una de las personas que habitamos este mundo, le opongamos resistencia.

Una de las medidas más interesantes que cualquiera, en nuestra pequeña individualidad, podemos incorporar es el veganismo. Se trata de un estilo de vida que comprende distintos hábitos basados en el respeto a los animales: una alimentación estrictamente vegetariana, una vestimenta que rechaza cualquier tejido de origen animal, así como los productos y espectáculos donde se utilicen animales de un modo u otro. El principal argumento para adoptar esta filosofía es el reconocimiento de que los animales tienen unos derechos intrínsecos que los humanos no podemos vulnerar para beneficiarnos de su servicio. Aunque ésa es posiblemente la más extendida, es cierto que existen varias razones más, entre las que destacan los beneficios que tiene para la salud una dieta vegana (recientemente el ex presidente Bill Clinton ha hecho pública su decisión de pasarse al veganismo arguyendo este motivo), motivaciones ecológicas o incluso religiosas.

Muchas veces caemos en la falsa idea de la inutilidad que tiene una decisión personal si aspiramos a que ésta tenga cierta repercusión global, como si lo que hacemos nosotros no fuera a servir de nada en comparación con la inmensidad del mundo. Es fácil pensar que el sacrificio realizado no va a servir de nada, que hay demasiada gente llevándote la contraria como para que tú, un mísero grano de arroz en medio de hectáreas de cosecha, puedas cambiar algo. Sin embargo, creo que cuando de verdad no hay nada que hacer es si todos pensáramos de esa forma. Es poco alentador decir que se trata de un plan a largo plazo, que hay que hacer esfuerzos ahora para proyectarse en un futuro idílicamente próspero; pero precisamente por eso el estímulo que debe mover a cada uno día tras día debe ser uno mismo. Aquella persona que sea capaz de vivir en consonancia con su moral siendo consciente de que no sólo está construyendo un futuro mejor, sino que también está contribuyendo a solucionar el presente, tendrá una fuente magnífica de motivación. Lo más importante es ser consciente del papel activo que tenemos cada uno y de nuestra capacidad para incidir en los mecanismos del mundo.

El veganismo tiene que luchar contra todo un sistema de costumbres, de creencias y de gustos, tremendamente asentado y donde los animales son tratados en la mayoría de los casos de una forma brutal y vejatoria. El primer paso es conocer todos esos mecanismos de producción y explotación, acabar con la sociedad del producto acabado y ver cómo se hacen los productos que llegan a nuestras casas; algo que desde luego no atañe únicamente a la comida. Cuando nos duela lo que vemos, cuando nos avergoncemos de lo que estamos haciendo con nuestros semejantes y con el planeta en el que vivimos, el resto será cuestión de tiempo. Y si no es así, deberíamos preguntarnos qué clase de sociedad estamos construyendo y cuales son nuestros valores. Se trata de una cuestión moral, de saber que podemos vivir evitando el sufrimiento innecesario.

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